Siempre me ha fascinado cómo las grandes empresas tecnológicas parecen vivir a caballo entre la innovación y el desastre potencial. Sundar Pichai, el hombre al timón de Google, recientemente dejó caer una bomba verbal al advertir que si la burbuja de la inteligencia artificial estalla, ninguna empresa estará a salvo. Sí, ni siquiera el gigante de Mountain View. La declaración, aunque alarmante, no es del todo inesperada. La historia está plagada de burbujas tecnológicas que prometen el cielo y terminan ofreciendo, bueno, polvo.
Pichai, en una entrevista con la BBC, habló de la «irracionalidad» del mercado actual. Y no es para menos: las acciones de Alphabet han subido un 46% este año. ¿Pero qué pasa si todo esto se desmorona como un castillo de naipes? La comparación es inevitable con la burbuja de las puntocom de los años 90, cuando las expectativas se inflaron tanto que, al pincharse, causaron una debacle que aún resuena en la memoria colectiva.
Lo más curioso de todo esto es cómo Pichai, mientras predice el apocalipsis, también asegura que Google está bien preparado para capear cualquier tormenta. Es como si dijera «cuidado con el lobo», mientras sostiene una antorcha. Las inversiones en superchips y en centros de datos masivos son parte de esta estrategia de blindaje, pero, como bien apunta el propio Pichai, la complejidad de los acuerdos actuales es tan alta que incluso los expertos se rascan la cabeza.
La IA también consume una cantidad desorbitada de energía, lo que pone en jaque los objetivos climáticos de Alphabet. De nuevo, una advertencia disfrazada de promesa de innovación: «Sí, estamos consumiendo más, pero también estamos trabajando en nuevas tecnologías energéticas». La paradoja del progreso, supongo.
Lo que parece claro es que la inteligencia artificial continuará transformando el mundo del trabajo. Pichai lo llama «la tecnología más trascendental», y probablemente tenga razón. Pero, ¿estamos preparados para los cambios sociales que vendrán con ella? Parece que solo el tiempo lo dirá, y mientras tanto, el mercado seguirá su danza de exuberancia y temor.

