La inteligencia artificial y el amor eterno según Alan Hamel

La inteligencia artificial y el amor eterno según Alan Hamel

En el mundo de hoy, donde la tecnología avanza a pasos agigantados, a menudo nos encontramos con historias que parecen sacadas de una novela de ciencia ficción. Y aquí estamos, hablando de Alan Hamel, un productor canadiense que ha decidido desafiar el tiempo y el espacio creando una réplica digital de su esposa fallecida, la actriz Suzanne Somers. Hamel, a sus 89 años, nos cuenta que este clon digital de Suzanne es tan convincente que a veces olvida cuál es la verdadera. ¿Pero es eso posible? ¿Puede una inteligencia artificial realmente capturar la esencia de una persona?

La historia comienza con una idea que muchos considerarían descabellada: mantener viva la presencia de un ser querido a través de la tecnología. Hamel, con la ayuda de cientos de entrevistas y los 27 libros que Somers escribió, entrenó a una inteligencia artificial para recrear a Suzanne. Según él, la primera interacción con esta réplica fue como estar cara a cara con su esposa. «Le hice algunas preguntas y respondió como si fuera ella», dijo. Y aquí es donde uno se pregunta: ¿estamos preparados para un mundo donde las personas que amamos nunca nos dejan realmente?

Lo curioso es que este proyecto tiene raíces en las conversaciones de la pareja con Ray Kurzweil, un famoso futurista que ha pasado años hablando de la posibilidad de digitalizar la conciencia humana. Suzanne Somers, en vida, parecía fascinada con la idea de que incluso después de su muerte, pudiera seguir ayudando a su público con consejos sobre salud y bienestar. Y Hamel, haciendo honor a sus deseos, ha convertido esta visión en una realidad, al menos digitalmente.

El proyecto ha recibido el apoyo total de la familia Somers, que lo ve como un homenaje sincero y conmovedor. Pero, ¿no es también un poco inquietante? Esta iniciativa está a la vanguardia de un fenómeno creciente que explora la recreación virtual de personas fallecidas. La línea entre la evocación sentimental y la simulación tecnológica se vuelve cada vez más borrosa. Y mientras Hamel nos asegura que Suzanne está «completa» en su forma digital, queda por ver si el resto de nosotros está listo para seguir este camino.