En un mundo donde la inteligencia artificial avanza a pasos agigantados, nos encontramos en una encrucijada ética y filosófica. Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia, ha desvelado en La Ventana de la SER algo que parece sacado de una película de ciencia ficción: la posibilidad de recrear a una persona fallecida mediante sus recuerdos. Sí, has leído bien, hablamos de gemelos digitales, réplicas virtuales que capturan la esencia de alguien que ya no está.
Mientras Diéguez compartía esta revelación, no pude evitar pensar en las implicaciones de tal tecnología. ¿Realmente podemos capturar la esencia de una persona en una máquina? Y si lo hacemos, ¿sigue siendo esa persona? Estas son preguntas que nos llevan a cuestionar la naturaleza misma de la identidad y el duelo. Aunque algunos pueden ver esto como una herramienta para aliviar el dolor de la pérdida, otros podrían considerarlo una invasión a la memoria de los que ya no están.
Además, Diéguez ha planteado una preocupación legítima sobre la comercialización de esta tecnología sin una regulación adecuada. ¿Estamos preparados para enfrentar un mercado donde los recuerdos y las identidades se convierten en productos consumibles? Es un dilema que nos obliga a mirar más de cerca los neuroderechos y la protección de nuestros pensamientos y datos cerebrales. La línea entre lo humano y lo artificial se está desdibujando, y debemos decidir cómo queremos cruzar ese umbral.

