Ah, la inteligencia artificial. Esa maravilla tecnológica que promete cambiarnos la vida, mientras a veces nos hace preguntarnos si realmente lo necesita. Pues bien, en España, no solo nos preguntamos eso, sino que estamos lanzando una especie de lupa gigante sobre su impacto ambiental. La Asociación Española de Normalización (UNE) ha sacado una nueva especificación técnica para medir cómo la IA consume energía, agua, y cómo se maneja con el carbono. ¿Curioso, no?
Esto no es solo una idea lanzada al aire. El Ministerio para la Transformación Digital, la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, y un batallón de expertos, desde investigadores hasta grandes tecnológicas, se han puesto manos a la obra. Así, se ha creado una especie de manual para que la IA sea más responsable, menos glotona de recursos, y más eficiente. Porque, claro, una cosa es disfrutar de nuestras series recomendadas por algoritmos, y otra muy distinta es cerrar los ojos ante el impacto que eso tiene en el planeta.
Lo que me parece fascinante es cómo esta especificación UNE 0086:2025 no solo se centra en lo que ya hacemos hoy, sino que mira hacia el futuro. Nos habla de esos enormes modelos de lenguaje que parecen sacados de una película de ciencia ficción. Esos que requieren tanta potencia que uno se imagina un ejército de servidores chisporroteando y soltando humo al unísono. La idea es medir cada fase de la vida de estos modelos, desde su entrenamiento hasta su implementación, tanto si están en la nube como en un servidor en el sótano de alguna compañía.
Y en este mundo donde todo parece avanzar a la velocidad de la luz, tener un marco que nos ayude a entender y comparar estos impactos ambientales es un paso de gigante. No solo para España, sino para toda Europa. Quién sabe, quizás en unos años, medir la sostenibilidad de un algoritmo sea tan común como mirar la etiqueta energética de una lavadora.

