A ver, imagina por un momento que eres un desarrollador de software. ¿Cuántas veces al día crees que recurres a la inteligencia artificial para resolver tus problemas? Según el reciente Informe DORA 2025 de Google Cloud, no estarías solo en esa práctica: el 90% de los profesionales del desarrollo de software ya está utilizando IA de manera regular. Sí, has leído bien, el 90%. Es como si de repente todos los cocineros del mundo hubieran decidido que no pueden vivir sin un robot de cocina. Y es que, claro, la IA ha dejado de ser una moda pasajera para convertirse en una herramienta esencial en el día a día de estos profesionales.
Lo curioso es que, aunque la mayoría de estos desarrolladores (un impresionante 65%) confiesa que usan IA de manera intensa, hay un trasfondo de desconfianza que no se puede ignorar. Un tercio de ellos no confía plenamente en estas herramientas. A ver, es como cuando te compras un coche nuevo y te encanta cómo corre, pero te da un poco de miedo que los frenos no sean tan buenos como esperabas. En el caso de la IA, parece que los desarrolladores valoran la productividad que aporta, pero aún se aferran a la seguridad que les brinda su propio juicio humano.
Y mientras tanto, las organizaciones están navegando en aguas más turbulentas. La IA, ese espejo que refleja tanto lo bueno como lo malo, está potenciando el rendimiento, sí, pero también dejando al descubierto las debilidades en las empresas menos cohesionadas. Así que, aunque los desarrolladores individuales están lanzando más y más software, el reto sigue siendo garantizar que todo funcione como debe antes de llegar a los usuarios.
Todo esto me recuerda a esa vez que intenté montar un mueble de esos que vienen con instrucciones confusas. Puedes seguir los pasos y armarlo rápido, pero siempre queda la duda de si realmente soportará el peso de tus cosas. Con la IA en el desarrollo de software, parece que estamos en una situación similar: avanzamos rápido, pero ¿será realmente sólido lo que estamos construyendo?

