Ah, la inteligencia artificial, ese compañero de oficina que muchos pensábamos iba a ser nuestro salvador, nuestro superhéroe moderno. Sin embargo, parece que en lugar de ayudar, está causando un caos digno de una comedia de oficina. Según un estudio de la Universidad de Stanford junto a BetterUp Labs, el fenómeno tiene nombre: workslop, una mezcla de trabajo y desperdicio. ¿Quién lo hubiera dicho? Parece ser que estos bots no siempre son tan listos como creíamos.
La idea es sencilla: se genera contenido que parece profesional, pero al final del día, no sirve para mucho. Aunque debo admitir que el término es bastante ingenioso, el 40% de los trabajadores en EE.UU. ya han sufrido sus efectos. Y no hablamos solo de tiempo perdido, sino de millones de dólares en productividad que se evaporan anualmente. ¿No os recuerda un poco a esos correos de «trabajo en equipo» que al final nadie lee?
Lo curioso es que no solo afecta a la eficiencia. Muchos trabajadores sienten que el uso indiscriminado de estas herramientas les resta valor a sus habilidades. Ya no es solo sobre ser eficiente, sino sobre ser visto como competente. Y, claro, si te llega un informe que parece escrito por un robot pasado de tragos, la frustración es comprensible. Es como si la tecnología, en lugar de facilitar, complicara.
Desde Stanford, proponen una solución: una «adopción con propósito», un término que suena a esos lemas corporativos que todos repetimos pero que pocos entendemos realmente. Lo que sí queda claro es que usar la IA como un atajo puede terminar convirtiéndose en un callejón sin salida. Quizás, al final del día, la inteligencia artificial debería ser más una herramienta de colaboración que un sustituto de nuestro esfuerzo intelectual.

