La revolución energética que la IA no había previsto

La revolución energética que la IA no había previsto

En el fascinante y a menudo desconcertante mundo de la inteligencia artificial, parece que hemos olvidado un pequeño detalle: la electricidad. Sí, esos humildes electrones que hacen funcionar nuestros dispositivos son ahora el nuevo campo de batalla en la carrera tecnológica. Mientras nos perdemos en charlas sobre algoritmos y modelos, la clave del futuro podría estar en algo tan mundano como el coste de la energía.

La ironía es que, mientras nos obsesionamos con las maravillas del software, la realidad física —las redes eléctricas, los precios al por mayor— se interpone en el camino. Los centros de datos, esos gigantes invisibles que sostienen la IA, son voraces consumidores de energía. Y aquí radica el problema: sin electricidad barata, todas las promesas de la IA se desvanecen como el humo.

Lo curioso es que mientras en Occidente debatimos sobre la viabilidad de las renovables, China avanza rápidamente, alcanzando sus metas para 2030 en 2024. En términos de generación de energía barata y a gran escala, están dejando atrás a Estados Unidos. ¿Quién lo hubiera pensado?

En resumen, la nueva ventaja competitiva no está en el silicio, sino en la energía. Los ganadores serán aquellos que puedan garantizar un flujo constante y económico de electricidad. Y aunque la inteligencia artificial se vista de seda, sin energía barata, no es más que un espejismo.