A veces, lo que parece ser una solución mágica no lo es tanto. La inteligencia artificial, esa herramienta que promete revolucionar todo, desde nuestros teléfonos hasta nuestros sistemas de salud, se encuentra con una barrera en la predicción del riesgo de suicidio. Vaya sorpresa, ¿verdad? Un estudio publicado en PLOS Medicine nos baja de esa nube tecnológica al analizar 53 estudios previos y encontrar que, en términos de predecir quién está en riesgo, la IA no está brillando.
Los números no mienten, o eso dicen. Y aquí los números son claros: más de la mitad de las personas clasificadas como de bajo riesgo terminaron autolesionándose o peor. Y entre los de alto riesgo, un porcentaje preocupantemente bajo realmente regresó a los servicios de salud. ¿Qué pasó con la precisión quirúrgica que nos prometieron?
Los investigadores detrás de este estudio no se anduvieron con rodeos: las propiedades predictivas de los algoritmos eran deficientes, no mejores que las escalas tradicionales. Y lo que es más, la calidad de las investigaciones en este campo deja mucho que desear. Parece que la IA, en este caso, no está lista para reemplazar el toque humano en la atención clínica personalizada.
Es un recordatorio de que, aunque la tecnología avanza, hay áreas donde el juicio y la empatía humanas son insustituibles. La prevención del suicidio sigue dependiendo de la conexión humana, de ese contacto cercano que ninguna máquina puede replicar. Y mientras la IA puede ser un aliado poderoso, en este terreno, el camino todavía es largo.

