Oh, China. Siempre un paso adelante y a la vez, dos pasos al margen. Mientras en Occidente andamos con debates interminables sobre cómo regular la inteligencia artificial, Pekín ya ha sacado su martillo de decisiones contundentes y ha impuesto una “marca de agua” a todo contenido generado por IA. Básicamente, quieren que sepamos cuándo estamos leyendo, viendo o escuchando algo que una máquina ha creado. Y no, no estoy hablando de un pequeño sello al final de un documento, sino de etiquetas visibles y directas.
Desde ByteDance hasta Tencent, las grandes plataformas del país se han puesto manos a la obra para cumplir con esta directiva que, en esencia, es un experimento de control a gran escala. Para los que recuerden la Gran Muralla, esta es la versión digital: un intento de filtrar deepfakes y noticias falsas antes de que se conviertan en un problema social mayor.
Es fascinante ver cómo China se mueve en temas de gobernanza tecnológica. Mientras la Unión Europea se toma su tiempo, cual tortuga meticulosa, y Estados Unidos opta por un enfoque más laxo, China no espera a que el mundo decida. No se molestan en preguntar, simplemente actúan. Y claro, esto nos deja con la pregunta: ¿es esta la dirección que deberíamos seguir todos?
Porque seamos honestos, la desinformación y el fraude son preocupaciones globales, pero la forma en que los abordamos varía enormemente. En China, el control es la respuesta y, aunque pueda parecer extremo, hay algo que aprender de su eficiencia. La pregunta del millón es si el resto del mundo está dispuesto a seguir ese camino o si seguiremos debatiendo mientras el problema crece.

