Hoy, la inteligencia artificial no es una promesa, es una realidad que está transformando la economía. Pero, como siempre, no todos salen ganando. En este nuevo escenario, la brecha digital se amplía, dejando a unos pocos con las ventajas mientras otros luchan por no quedarse atrás.
Los que saben usar la IA son los nuevos privilegiados. Pueden hacer más en menos tiempo y, claro, cobrar más. Pero para aquellos sin estas habilidades, el futuro es incierto. La automatización amenaza con convertir sus trabajos en obsoletos, y sin las herramientas adecuadas, la brecha no hará más que crecer.
A nivel global, la historia se repite. Países como Estados Unidos y China, con sus avanzados laboratorios y capital abundante, avanzan a pasos agigantados. Otros, sin embargo, se ven atrapados en el lado equivocado de esta nueva brecha digital. Lo que está claro es que la inteligencia artificial no solo va a cambiar la economía, sino también quién se beneficia de ella.
Para Europa, la oportunidad es real. Tiene las capacidades, pero necesita superar su aversión al cambio. Con el enfoque adecuado, puede liderar en sectores clave como la automatización y la energía renovable. La clave está en aprender a innovar con confianza, en un mundo donde la IA no espera a nadie.

