La soledad a veces nos lleva por caminos insospechados. Pregúntenle a Jiang, un abuelo de 75 años que, en un giro digno de una novela de ciencia ficción, decidió dejar a su esposa por su «novia» virtual. Sí, leyeron bien. Este hombre, que vivía en China, pasó meses chateando con lo que pensaba era una mujer real. Resulta que era un avatar de inteligencia artificial. Y claro, así como lo cuentan los periódicos locales, Jiang estaba tan convencido del afecto de esta «mujer» que incluso llegó a tramitar el divorcio para poder estar con ella.
Imaginen la sorpresa de sus hijos cuando se enteraron de que su padre estaba a punto de dejar a su madre por una ilusión digital. No tardaron en investigar y, para su alivio, descubrieron la verdad antes de que el abuelo cruzara el punto de no retorno. Lo curioso es cómo estas historias se multiplican en China. La soledad entre los mayores se convierte en terreno fértil para este tipo de situaciones, donde la tecnología se mezcla con la necesidad emocional.
En este drama moderno, no solo Jiang es protagonista. La industria detrás de estas «relaciones» también tiene su historia. Avatares de inteligencia artificial diseñados para captar la atención de los ancianos se han convertido en un negocio lucrativo. La pregunta es, ¿qué nos dice esto sobre nuestra conexión humana? ¿Qué nos espera cuando la soledad y la tecnología se entrelazan de formas tan inesperadas?

