En la era de la oligarquía tecnológica, la IA no es la solución mágica

En la era de la oligarquía tecnológica, la IA no es la solución mágica

Ah, la inteligencia artificial, ese término que promete resolver todos nuestros problemas y transformar nuestras sociedades en utopías tecnológicas. Pero, ¿es realmente así? En un mundo donde las desigualdades aumentan y las instituciones democráticas parecen tambalearse, es crucial detenernos a reflexionar sobre lo que realmente significa esta tecnología y quién está detrás de su desarrollo.

Las grandes corporaciones tecnológicas como Microsoft, Google y Amazon no solo lideran el mercado de la IA, sino que también controlan los datos, las infraestructuras y los recursos necesarios para su funcionamiento. Esto no es un accidente, sino el resultado de políticas que han permitido una concentración de poder sin precedentes. Y claro, esto tiene consecuencias políticas importantes.

La IA se presenta como una herramienta casi mágica, pero está lejos de ser neutra. Está diseñada bajo lógicas privadas y opacas, y su impacto ya se siente en sectores como la educación, la salud y la justicia. La automatización, que se nos vende como un avance, en realidad precariza el trabajo y amplía las desigualdades.

Y luego está la cuestión de la escala. Se nos ha dicho que cuanto más grandes sean los modelos, mayor será la inteligencia artificial. Pero esta lógica beneficia solo a quienes pueden permitirse mantenerla: las grandes tecnológicas. La investigación académica tampoco escapa a esta dinámica, ya que las agendas científicas a menudo son dictadas por intereses comerciales.

No podemos ignorar los problemas financieros de la industria de la IA. Muchas empresas dependen de subsidios públicos y sus modelos de negocio son insostenibles. Al mismo tiempo, el impacto ambiental de entrenar grandes modelos es alarmante. Frente a todo esto, la industria responde con promesas de salvación y advertencias apocalípticas, distrayéndonos del problema real: la falta de gobernanza democrática.

Pero no todo está perdido. Hay movimientos y propuestas que buscan cambiar estas condiciones. Lo que necesitamos es un cambio estructural en la forma en que se diseña y se despliega la IA. Porque, en última instancia, la inteligencia artificial es una construcción política. Y el futuro que se perfila dependerá de nuestra capacidad colectiva para desafiar el poder de la oligarquía tecnológica y recuperar el control democrático.