Ah, la inteligencia artificial, ese invento de la modernidad que nos facilita la vida… o nos confunde más. ¿Quién no ha escuchado hablar de ChatGPT, Gemini o Copilot? Esos programas que prometen escribir mejor que nosotros mismos. Pero, ojo, que no todo lo que brilla es oro, y no todo texto bien escrito es humano. Si te has topado con un texto que suena un poco… ¿cómo decirlo? Robótico, quizás lo sea.
La repetición es un síntoma claro. La plataforma Surfeo asegura que las IA no son muy buenas evitando decir lo mismo una y otra vez. ¿Te ha pasado eso de leer un texto y pensar «esto ya lo dije yo»? Pues bien, eso puede ser señal de que estás ante un producto de IA. Es como si las máquinas no supieran cerrar la boca, por así decirlo.
Y luego están las palabras comodín. «También», «además», «sin embargo». Las IA las adoran como si fueran sus mejores amigas. Se cuelgan de ellas sin piedad. Si sientes que te están dando una clase magistral de conectores, probablemente sea una máquina tratando de sonar natural.
Ahora, lo que realmente me saca de quicio son las afirmaciones sin pies ni cabeza. ¿Cómo es eso de que un texto puede afirmar algo con total seguridad y luego resulta que es un disparate? Eso, amigos míos, es otra señal de alerta. Si vas a escribir sobre salud o finanzas, por amor al cielo, verifica tus datos. A menos que quieras que un algoritmo te haga quedar en ridículo.
Pero, ¿sabes qué es lo que realmente marca la diferencia entre un texto humano y uno de IA? La emoción, la conexión personal. Las anécdotas y las opiniones son como la sal de la vida. Si un texto te hace sentir que lo escribió un robot que nunca ha sentido un atardecer, ya sabes de dónde viene.
Así que, la próxima vez que leas algo que parece demasiado perfecto para ser verdad, recuerda: podría serlo. Mantén los ojos abiertos y disfruta del juego de adivinar quién está detrás de las palabras.