La eterna pregunta «¿Quién escribió la Biblia?» ha fascinado a generaciones de estudiosos, y ahora, con la ayuda de la inteligencia artificial, empezamos a vislumbrar respuestas más claras. Un equipo multidisciplinar liderado por Shira Faigenbaum-Golovin de la Universidad de Duke ha desarrollado un algoritmo capaz de detectar patrones lingüísticos en los primeros libros del Antiguo Testamento, arrojando nueva luz sobre esta cuestión milenaria.
El estudio, publicado en PLOS One, ha conseguido identificar tres estilos de escritura en el Enneateuco, alineados con tradiciones redaccionales reconocidas: el Ur-Deuteronomio, la Historia Deuteronomista y los escritos sacerdotales. Utilizando un modelo estadístico, los investigadores analizaron la frecuencia de palabras y estructuras gramaticales, logrando clasificar los textos con una precisión del 84%.
Lo que hace único a este algoritmo es su capacidad para explicar por qué asigna un texto a una tradición específica, mostrando qué palabras o estructuras gramaticales son decisivas en su análisis. Esta transparencia ha sido crucial para ganarse la confianza de los especialistas en estudios bíblicos, permitiendo que la herramienta se integre en el trabajo filológico tradicional.
El estudio también aborda textos de autoría disputada, como el relato del Arca de la Alianza, revelando diferencias significativas en estilos y sugiriendo orígenes diversos para relatos similares. Estos hallazgos coinciden con teorías preexistentes sobre la complejidad de la autoría bíblica, pero ahora respaldados por argumentos estadísticos sólidos.
La colaboración interdisciplinar detrás de esta investigación, que combina arqueología, lingüística y estadística, no solo ofrece nuevas perspectivas sobre los textos antiguos, sino que también abre la puerta a su aplicación en otros contextos, como los Manuscritos del Mar Muerto o la autenticación de documentos históricos.
Este avance confirma que la Biblia es una obra de múltiples autores y épocas, un mosaico histórico y literario más complejo de lo que una sola narrativa podría sugerir. Aunque esta herramienta no reemplaza la crítica textual tradicional, proporciona un valioso recurso para verificar hipótesis de autoría y explorar la rica historia de estos textos sagrados.
La integración de la inteligencia artificial en el análisis de la Biblia representa una alianza fructífera entre ciencia y humanidades, expandiendo los límites de lo que podemos saber sobre las raíces de nuestra cultura y ofreciendo nuevas respuestas a preguntas que han persistido durante siglos.