La carrera global por dominar la inteligencia artificial da un nuevo giro. OpenAI, la empresa creadora de ChatGPT, ha anunciado su disposición a ayudar a los países interesados en construir infraestructuras nacionales de IA. Una jugada estratégica que no solo tiene sabor tecnológico, sino también geopolítico.
«Muchos países nos han pedido ayuda», explica OpenAI en su blog. En respuesta, la compañía estadounidense, en coordinación con el gobierno de Estados Unidos, propone asociaciones para crear centros de datos y versiones locales de ChatGPT, adaptadas a los idiomas y culturas de cada nación.
El contexto es claro: frente al avance imparable de China en IA —con empresas como Baidu, Huawei o la prometedora DeepSeek conquistando mercados emergentes—, OpenAI ofrece una «alternativa democrática». No se trata solo de construir tecnología, sino de definir qué valores acompañarán a la inteligencia artificial que moldeará las sociedades del futuro.
El anuncio encaja dentro del marco del proyecto Stargate, impulsado por el presidente Trump, que contempla una inversión de hasta 500.000 millones de dólares en infraestructuras de IA en territorio estadounidense. OpenAI busca ahora exportar ese modelo: hasta diez países podrían formar parte de esta primera ola de alianzas estratégicas.
La oferta de OpenAI no es solo una cuestión de tecnología punta; también promete transformar sectores críticos como la sanidad, la educación y los servicios públicos en los países que participen.
En un mundo donde el poder ya no solo se mide en arsenales, sino en algoritmos, Estados Unidos juega una carta fuerte para conservar su influencia. La pregunta es: ¿quién responderá al llamado?