David Schweikert, congresista de Arizona, ha reavivado el debate que parece sacado de una película de ciencia ficción: permitir que una inteligencia artificial pueda prescribir medicamentos directamente a los pacientes. Su propuesta busca aliviar el colosal gasto sanitario de Estados Unidos, que supera el 18% del PIB, pero también ha generado una ola de escepticismo entre médicos y expertos.
En España, esta idea recibe una respuesta contundente: no estamos preparados para que una IA asuma esa responsabilidad crítica. Javier García Alegría, internista y expresidente de la Federación de Asociaciones Científicas Médicas Españolas, alerta que recetar es solo el final de un complejo proceso clínico que requiere contexto, juicio humano y conocimiento de las preferencias del paciente.
Actualmente, la IA ya colabora en tareas médicas como el diagnóstico, la gestión de citas o el análisis de imágenes. Incluso en hospitales como el General de Singapur, los sistemas de IA han demostrado su utilidad reduciendo el uso innecesario de antibióticos. Sin embargo, el margen de error actual —una de cada diez decisiones— es inaceptable para prescripciones sin supervisión.
En España y Europa, la IA médica se contempla como herramienta de apoyo, no como sustituto. Expertos como Ramón Puchades, de la Sociedad Española de Medicina Interna, subrayan que aunque los sistemas podrían llegar a realizar prescripciones en contextos muy controlados, siempre será necesaria la supervisión humana.
Mientras tanto, proyectos como LOLA, el asistente virtual del Hospital de Bellvitge, muestran que la sociedad sí está dispuesta a aceptar asistentes digitales, siempre que mejoren la atención sin sustituir la figura del médico.