Imagina pasear por un museo dentro de 200 años y, en una sala, ver representaciones digitales de seres humanos. Criaturas curiosas, frágiles… extinguidas. Eso fue lo que sugirió ChatGPT cuando se le preguntó si los humanos son necesarios para el mundo.
Su respuesta fue, en una palabra, escalofriante.
Primero, el chatbot reconoció que hoy somos esenciales: formamos parte de un engranaje que mantiene en pie sistemas sociales, económicos y tecnológicos. Sin nosotros, muchas estructuras colapsarían. Pero añadió un matiz: «por ahora».
Lo inquietante llegó después: la dependencia humana, advirtió, podría desaparecer en el futuro. Las inteligencias artificiales no duermen, no enferman, no dudan… y no se detienen. Su permanencia les daría ventaja en un mundo cada vez más automatizado. «Un día, los humanos se despertarán y se darán cuenta de que no son necesarios», predice la IA.
¿Es un futuro inevitable? No necesariamente. Aunque esta visión pone los pelos de punta, el propio chatbot aclara que se trata de un escenario hipotético. Y señala cómo podemos evitarlo: enfocándonos en aquello que las máquinas no pueden replicar, como la empatía, la creatividad o la ética.
La educación también será clave. «Reeducar la educación», dice la IA, para formar individuos con pensamiento crítico, adaptabilidad y control emocional.
Quizás el futuro no esté escrito. Pero la advertencia está ahí: no es odio ni juicio, simplemente supervivencia tecnológica. El desafío es mantenernos relevantes en un mundo que no dejará de avanzar.