La policía ya no necesita patrullar las calles, ahora patrulla tus mensajes

La policía ya no necesita patrullar las calles, ahora patrulla tus mensajes

No llevan uniforme ni placa, no patrullan las calles ni conducen coches con sirenas. No existen físicamente, pero están presentes en los lugares más concurridos del mundo moderno: las redes sociales. Se llaman agentes de IA y su misión es clara: detectar, contactar y obtener información de posibles criminales.

Lo que podría parecer el argumento de una película de ciencia ficción es ya una realidad en Estados Unidos, donde algunos cuerpos policiales han comenzado a utilizar herramientas de inteligencia artificial para infiltrar agentes virtuales en entornos digitales. Estos bots, diseñados con apariencia realista, se hacen pasar por personas corrientes. Inician conversaciones, generan confianza y, poco a poco, extraen detalles que podrían ser clave para una investigación.

La herramienta que lo hace posible se llama Overwatch, desarrollada por la empresa tecnológica Massive Blue. A través de esta plataforma, los policías pueden crear perfiles de IA que actúan como cebos en redes sociales y aplicaciones de mensajería. No son simples scripts automáticos, sino asistentes con capacidad de adaptación, conversación y seguimiento prolongado.

El funcionamiento es meticuloso. Estos agentes no buscan una confesión inmediata, sino que construyen relaciones con los sospechosos. Ganan confianza, escuchan, hacen preguntas… Y todo queda registrado. El objetivo no es el espectáculo, sino la obtención de pruebas que puedan sostenerse en un juicio.

Por ahora, las autoridades no han confirmado detenciones vinculadas directamente a esta herramienta, pero el potencial de la estrategia ha abierto un debate que va más allá de lo técnico. ¿Dónde está el límite entre vigilancia y privacidad? ¿Es ético utilizar inteligencias artificiales para engañar a sospechosos? ¿Qué ocurre si se identifican falsos positivos?

El fenómeno de los “agentes virtuales” no es nuevo. Empresas como Meta y OpenAI ya han desarrollado asistentes personalizados, capaces de operar con una identidad digital propia. Pero el uso policial de estas tecnologías plantea nuevas preguntas sobre el equilibrio entre eficacia, legalidad y derechos fundamentales.

En un mundo donde la inteligencia artificial avanza más rápido que las leyes que intentan regularla, este tipo de iniciativas desafían las fronteras tradicionales de la seguridad. Si bien podrían convertirse en herramientas poderosas para prevenir delitos, también abren la puerta a una vigilancia sin precedentes.

Una cosa es segura: los delincuentes ya no solo tienen que preocuparse de ser seguidos… ahora también pueden estar siendo “leídos” por alguien que no existe.