Universitarios e inteligencia artificial: aliados en el aprendizaje (¿y en la trampa?)

Universitarios e inteligencia artificial: aliados en el aprendizaje (¿y en la trampa?)

No lleva mochila, ni toma apuntes, pero es uno de los aliados más utilizados por los estudiantes universitarios del mundo. Claude, el chatbot desarrollado por Anthropic, ha revelado en un reciente informe cómo los jóvenes de educación superior interactúan con la inteligencia artificial en su día a día académico.

El estudio, basado en el análisis de un millón de cuentas asociadas a instituciones universitarias, ofrece una fotografía fascinante: la IA ya no es solo una herramienta puntual, sino un verdadero entorno de aprendizaje. La mayoría la usa para generar contenido educativo: crear preguntas, editar ensayos, resumir textos complejos… Esta actividad representa casi el 40% del uso total del chatbot.

Un porcentaje similar (33,5%) la utiliza para resolver problemas técnicos, como ejercicios matemáticos, búsquedas de errores de código o desarrollo de algoritmos. Otros —aunque en menor medida— crean gráficos, traducen o corrigen textos, explorando así nuevas formas de comprensión visual y lingüística.

Pero lo más interesante es cómo varía el uso según el área de estudio. Los estudiantes de Ciencias de la Computación lideran con un 36,8% de interacción intensiva. En cambio, quienes estudian Humanidades, Salud o Negocios parecen usar la IA más como guía o fuente de inspiración, sin dejarle el trabajo completo.

El informe también distingue dos formas de relacionarse con la tecnología: las “conversaciones directas”, donde se busca una solución rápida a un problema concreto, y las “conversaciones colaborativas”, donde el usuario trabaja con la IA como un compañero de reflexión. Este matiz es clave: no se trata solo de qué se pregunta, sino de cómo se piensa junto a la máquina.

¿Y la trampa? Es el gran elefante en la sala. Aunque el estudio reconoce algunas consultas sospechosas (como pedir respuestas a exámenes tipo test o reformular textos para evitar el plagio), no se puede afirmar de forma concluyente si se está haciendo un uso deshonesto o simplemente creativo. Muchas veces, la misma pregunta podría servir para aprender… o para copiar.

El informe deja claro que, más allá del posible fraude, lo que está en juego es cómo redefinimos el aprendizaje. ¿Debe el docente adaptarse a estos nuevos hábitos? ¿Cómo educar en pensamiento crítico en un mundo donde preguntar ya no es sinónimo de desconocer?

Este primer mapa de uso universitario de la IA abre el debate sobre cómo integrar éticamente estas herramientas sin que anulen la reflexión ni sustituyan el esfuerzo. Porque más que prohibir, quizá ha llegado la hora de enseñar a convivir con ellas.