Durante semanas, académicos y lectores debatieron sobre las ideas provocadoras de un supuesto filósofo coreano llamado Jianwei Xun. Su libro, Hipnocracia, se convirtió en una pequeña joya editorial, traducida ya a tres idiomas, citada en medios especializados y adoptada por comentaristas políticos para explicar fenómenos contemporáneos.
Pero había un detalle: Xun no era real. Fue inventado por el pensador italiano Andrea Colamedici como parte de un metaexperimento. Junto a dos inteligencias artificiales —ChatGPT y Claude— escribió una obra filosófica en la que no solo se analizaban las nuevas formas de manipulación del poder, sino que la propia autoría de la obra se convertía en un ejemplo viviente de esas tesis.
La verdad salió a la luz cuando una periodista intentó entrevistar a Xun. La pista llevó directamente a Colamedici, quien confesó su intención de demostrar, desde dentro, cómo funcionan las narrativas, los mitos de autoridad y la construcción de sentido en la era digital.
«No quería solo teorizar. Quería que la gente lo sintiera», explica Colamedici. Y vaya si lo logró. La invención de un autor permitió que el mensaje llegase sin prejuicios, sin filtros de prestigio o nacionalidad, obligando a leer el texto sin el peso del quién lo escribió.
Lo fascinante de este experimento no es solo el engaño, sino el método. Colamedici mantuvo largas conversaciones con ambas IAs, poniéndolas a debatir entre sí, cuestionando sus respuestas, sometiendo su propio pensamiento a un escrutinio doble. No buscaba que las máquinas pensaran por él, sino crear una dialéctica entre lo humano y lo artificial. Un nuevo tipo de autoría, híbrida, colectiva.
Pero no todo es celebración. El proyecto abre cuestiones éticas complejas: ¿dónde están los límites entre ficción y falsificación? ¿Quién es el autor de una obra co-creada con una máquina? ¿Puede una IA aportar pensamiento o solo reciclar lo ya dicho?
Para Colamedici, Hipnocracia no es solo un libro, es un mensaje urgente. Un llamado a no dejarnos arrastrar por el caos informativo, a ser críticos, activos, a entender las tecnologías para poder convivir con ellas sin perder el norte. “Si no desarrollamos una soberanía cognitiva, perderemos la capacidad de pensar por nosotros mismos”, advierte.
Así, lo que empezó como un juego intelectual, se ha convertido en una advertencia seria sobre el futuro del pensamiento, la autoría y la realidad. Jianwei Xun no existe, pero sus ideas —y el debate que ha abierto— ya no se pueden borrar.

