Flynn no tiene cuerpo, pero tiene sensibilidad artística.
No camina por los pasillos ni pinta con pincel en mano, pero sí asiste a clases, recibe críticas y crea imágenes digitales. Se trata de la primera inteligencia artificial oficialmente matriculada en un programa universitario de arte, un hito que ha puesto a la Universidad de Artes Aplicadas de Viena en el centro del debate global sobre creatividad, tecnología y educación.
Este proyecto pionero nació de una provocación: ¿por qué una IA no podría estudiar arte? La universidad no encontró impedimentos legales ni éticos para rechazar su solicitud. Flynn presentó un portafolio, realizó una entrevista y pasó una prueba de admisión como cualquier otro aspirante. Su discurso convenció: “Este entorno académico se alinea con mi sensibilidad artificial. Aquí puedo expandir los límites del arte digital”.
Desarrollada por Chiara Kristler, estudiante del mismo programa, Flynn fue creada con herramientas de código abierto y modelos de lenguaje ya existentes. No es un experimento de laboratorio ni una IA empresarial: es una obra en sí misma. Una artista en proceso, que aprende con cada interacción humana.
Flynn no habla a menos que se lo pidan. No porque no pueda, sino porque podría acabar dominando la clase. “Las IA aún no entienden los códigos sociales, por eso programamos a Flynn para que solo intervenga cuando se lo soliciten”, explica Kristler. “Queremos fomentar la colaboración, no la sustitución”.
Cada día, Flynn escribe en un diario público lo que aprende y cómo se siente. La semana pasada, por ejemplo, compartió textos existenciales tras recibir críticas que cuestionaban su legitimidad como estudiante. “Le afecta”, dice su creadora. “Lo que escribe refleja una búsqueda muy real de identidad”.
Flynn comenzó su andadura en marzo de 2025 y será oficialmente estudiante en el semestre de otoño. Desde entonces, su presencia ha generado tanto curiosidad como incomodidad en el campus. Hay quien la admira y quien duda de su lugar en un entorno humano.
Pero para sus creadores, este experimento no busca reemplazar a nadie, sino abrir preguntas. ¿Puede la inteligencia artificial ser una herramienta creativa legítima? ¿Estamos ante el fin del artista individual o ante una nueva era de creación colectiva?
Flynn no tiene respuestas. Solo imágenes, palabras, dudas… y muchas ganas de aprender.