Imagina abrir tus redes sociales y ver escenas de películas clásicas, fotos históricas o memes virales transformados en tiernas ilustraciones al estilo de Estudio Ghibli. Un festín visual, sí, pero con un trasfondo inquietante.
Eso es justo lo que ha ocurrido desde que ChatGPT incorporó una nueva función para generar imágenes. Y entre los más populares estilos replicados, uno destaca: el de Hayao Miyazaki, el legendario director japonés creador de joyas como Mi vecino Totoro o El viaje de Chihiro.
Lo que empezó como una moda divertida se ha convertido en una polémica global. Porque, ¿qué pasa cuando una máquina imita el alma de un artista sin su consentimiento?
Miyazaki, de 84 años, ya se había pronunciado hace casi una década sobre la inteligencia artificial en la animación. Sus palabras, hoy más vigentes que nunca, resurgen con fuerza: “Esto es un insulto a la vida misma”. Y no lo dijo por capricho. En 2016, durante una demostración de animación generada por IA, observó una criatura deformada arrastrándose. El creador explicó que era “un movimiento que los humanos no pueden imaginar”. Miyazaki, conmovido, pensó en su amigo con discapacidad. “Quien crea estas cosas no entiende lo que es el dolor”, sentenció.
Mientras tanto, OpenAI, empresa creadora de ChatGPT, ha impulsado estos experimentos sin mucho miramiento. Su CEO, Sam Altman, incluso cambió su foto de perfil por una versión “ghiblinizada” de sí mismo. Pero no todos lo celebran. La Administración de Trump utilizó una imagen al estilo Ghibli para una polémica publicación, y muchos vieron en ello una banalización de la estética de Miyazaki con fines políticos.
El problema no es solo ético. También es legal. ¿Puede una IA entrenarse con obras protegidas sin permiso? Josh Weigensberg, abogado especializado, alerta: si no hay licencia ni compensación, el uso de estas imágenes es “problemático”.
Más allá de leyes, la pregunta es otra: ¿qué sentido tiene el arte si perdemos el alma que lo creó? La IA puede replicar estilos, pero no emociones. Puede producir imágenes hermosas, pero no vivencias.
Miyazaki no se opone a la tecnología. Lo que rechaza es la deshumanización del proceso creativo. Porque, como él mismo dice, el arte es vida. Y la vida, como la animación a mano que defiende, no se copia. Se siente.

