La inteligencia artificial ha irrumpido sin pedir permiso. Y no ha venido sola. Ha traído consigo una exigencia silenciosa, pero firme: volver a aprender.
Ya no basta con manejar bien tu oficio. Ahora, entender cómo hablar con una máquina, cómo enseñarle a ayudarte y cómo evaluar su trabajo, se ha convertido en una habilidad indispensable. Esta transformación no es una tendencia pasajera. Según un estudio de Arcano Research, la IA podría aumentar la productividad en Europa hasta un 0,6%. Parece poco, pero en términos económicos, es enorme. Las empresas lo saben y, por eso, están dando un giro a sus planes de formación.
Las habilidades más valoradas en este nuevo entorno tienen menos que ver con la técnica y más con la forma de pensar. Saber formular una pregunta eficaz, descomponer una tarea compleja o dar instrucciones claras a una IA puede marcar la diferencia entre un trabajador que lidera el cambio y otro que se queda atrás.
Pero no se trata solo de consultar bien a la IA. El verdadero reto está en integrar el juicio humano con el análisis automático. No se espera que las personas desaparezcan del proceso, sino que evolucionen. Hay que dar retroalimentación constante, probar, fallar, ajustar. Porque la IA no es infalible, pero puede aprender si la guiamos con criterio.
Herramientas como ChatGPT, Copilot de Microsoft o Perplexity ya están modificando la forma en que trabajamos. En ese camino, la formación se convierte en un puente de doble sentido: la IA aprende de nosotros y nosotros de ella. Para que esto funcione, hay estrategias simples y efectivas: darle contexto a tus preguntas, confirmar si sus respuestas son útiles o practicar con casos simulados para entender sus límites.
En España, el gobierno también se ha subido al tren. A través de los fondos europeos Next Generation, ha lanzado AiKit, un programa para que autónomos y empresas incorporen la inteligencia artificial en sus procesos. Hay dos versiones: Business, para pequeñas empresas y autónomos, con hasta 10 licencias y formación incluida; y Enterprise, para organizaciones más grandes, con 250 licencias, consultoría personalizada y digitalización documental.
El mensaje está claro: la IA está aquí para quedarse. Pero no sustituye al ser humano, lo transforma. Y esa transformación empieza con una decisión: ¿seguimos haciendo las cosas como siempre, o nos atrevemos a aprender de nuevo?

