A veces, Europa me recuerda a ese amigo que siempre llega tarde a las fiestas, pero cuando lo hace, se convierte en el alma de la reunión. En el caso de la inteligencia artificial, el continente parece estar en esa misma situación. Mientras Estados Unidos y China ya tienen el control de la infraestructura y los modelos, Europa tiene una última oportunidad de brillar en el desarrollo de aplicaciones prácticas. Al menos, eso es lo que algunos optimistas como Philippe Botteri de Accel piensan.
Es cierto que el viejo continente ha llegado tarde a la revolución tecnológica, como señaló Mario Draghi. Pero no todo está perdido. Europa podría convertirse en líder global en aplicaciones basadas en IA, aprovechando su conocimiento industrial y sus datos de calidad. Las inversiones, por supuesto, no son tan abultadas como las de sus competidores, lo que plantea la pregunta: ¿necesitamos replicar sus centros de datos enormes o deberíamos encontrar nuestro propio camino?
Christian Klein de SAP sugiere que la clave está en fomentar aplicaciones específicas, no en jugar al juego de ponerse al día con infraestructuras que ya existen. Y tiene un punto: la verdadera ventaja competitiva puede estar en encontrar usos innovadores para la IA en sectores que ya dominamos. Es un enfoque pragmático que podría dar sus frutos a largo plazo.
Las start-ups europeas ya están haciendo olas en el mundo de la IA. Desde Helsing en Alemania hasta Synthesia en el Reino Unido, hay potencial para que estas empresas se conviertan en líderes globales. Sin embargo, la pregunta sigue siendo si Europa podrá mantener el ritmo en la carrera global. La respuesta, como siempre, está escrita en el futuro.

