Últimamente, parece que el oro ha recuperado su brillo en el mundo de las inversiones, y no, no me refiero solo a su color. En un año donde la inflación no se rinde y las tensiones internacionales se sienten como una novela de suspenso, los inversores están volviendo sus ojos al oro, ese viejo amigo que siempre ha estado allí cuando las cosas se ponen feas. Pero esta vez, hay un nuevo jugador en el campo: la inteligencia artificial.
Ahora, imagina esto: algoritmos de alta frecuencia ejecutando transacciones en milisegundos. ¿Parece sacado de una película de ciencia ficción, cierto? Pero es la realidad. La inteligencia artificial está revolucionando cómo se comercia el oro, aumentando la liquidez y, lo mejor de todo, reduciendo los costos. Sin embargo, y aquí está el giro, el oro sigue siendo un activo emocional. Como bien dice Daniel Marburger de StoneX Bullion, el oro reacciona a nuestros miedos y esperanzas, no solo a números fríos.
Este año, el precio del oro ha subido más de un 50%, una cifra que no se veía desde 1979. Y mientras las criptomonedas y otros activos digitales tienen sus momentos de gloria, el oro físico sigue siendo un refugio seguro. Hasta los inversores más techies están mezclando oro con activos digitales para tener lo mejor de ambos mundos.
Y aquí es donde viene la reflexión: ¿estamos entrando en una nueva edad dorada? Tal vez. Pero no se trata de cuánto oro puedes extraer, sino de qué tan accesible y transparente se ha vuelto. Mujeres y jóvenes están entrando al mercado, no solo como un plan de contingencia, sino como una estrategia de inversión a largo plazo. La tecnología hace que comprar y almacenar oro sea más fácil que nunca, pero al final del día, sigue siendo ese viejo amigo confiable en el mundo financiero.

