El oficio que la IA no puede reemplazar

El oficio que la IA no puede reemplazar

En Shenzhen, la ciudad donde los rascacielos parecen tocar el cielo, ha surgido un empleo que ni la inteligencia artificial puede sustituir: los «repartidores de último tramo». Estos héroes modernos, que son jóvenes y jubilados, se encargan de subir almuerzos a las plantas más altas cuando los ascensores se convierten en una pesadilla.

Todo comenzó en el SEG Plaza, un edificio de 70 pisos que durante las horas punta se convierte en un caos. Los repartidores digitales, para no perder tiempo y dinero, pagan a estos corredores para que suban la comida a los clientes. ¿El pago? Unos 2 yuanes por entrega. Esto ha dado lugar a una microeconomía que mezcla ingenio y precariedad. Lo que empezó como un favor ocasional ahora es un sistema bien montado, con Shao Ziyou a la cabeza, coordinando cientos de entregas diarias.

La cosa ha crecido tanto que ya hay competencia feroz entre los corredores, pero todo ocurre en un limbo legal. Sin contratos ni seguros, los trabajadores se enfrentan a multas y sanciones. Y por si fuera poco, la polémica ha llevado a las autoridades a prohibir que menores de 16 años participen en estas entregas. Es un reflejo más de las tensiones del capitalismo urbano, donde el progreso se sustenta sobre trabajos invisibles y mal pagados.