Vamos a poner las cartas sobre la mesa: la inteligencia artificial ha revolucionado nuestra vida diaria. Desde sugerirnos qué canción escuchar hasta ayudarnos a escribir correos electrónicos (o incluso artículos, quién sabe). Y, sin embargo, aquí estamos, preguntándonos si realmente es tan inteligente como parece.
La IA generativa, a la que muchos consideran una especie de oráculo moderno, es cada vez más común. Recuerdo cuando ChatGPT 3.5 salió, y de repente cualquiera podía hablar con una IA sin ser un experto en programación. Fue como si de repente nos hubieran dado a todos una varita mágica para crear contenido. Pero, claro, la pregunta del millón es: ¿entiende algo de lo que dice?
Resulta que, a pesar de todo el bombo, estas IA no son más que algoritmos estadísticos avanzados. Toman palabras de aquí y de allá, y las unen con la maestría de un loro bien entrenado. No piensan, no razonan, no tienen criterio. Solo hacen lo que mejor saben: calcular probabilidades y elegir la palabra que mejor encaja.
A veces me pregunto si algún día veremos una IA realmente inteligente, una que no solo imite el lenguaje humano, sino que lo entienda. ¿Será posible? ¿O estamos condenados a seguir hablando con máquinas que no tienen la menor idea de lo que están diciendo? Por ahora, nuestro uso masivo de estas tecnologías convierte cada interacción en un experimento gigante. Y aunque el futuro es incierto, una cosa es segura: la curiosidad humana siempre nos llevará a querer más.

