Alemania, tierra de poetas, pensadores y, ahora, de inteligencias artificiales. Esta semana, el gabinete del canciller Friedrich Merz presentó su «agenda de modernización», un plan que suena como si estuvieran preparando el guion de una película futurista. La idea es reducir costos burocráticos en un 25% para 2029. ¿Ambicioso? Sin duda. Pero, ¿beneficioso para el interés público? Bueno, ahí es donde los críticos levantan la ceja.
La propuesta incluye desde más servicios públicos en línea hasta el uso de la IA en el gobierno y los tribunales, lo que suena hasta poético. Me imagino a un robot vestido de toga, revisando papeles de inmigración con la precisión de un reloj suizo. Todo esto en una plataforma en línea para empresas exportadoras, porque, claro, el comercio no puede quedarse atrás.
El ministro de Digitalización, Karsten Wildberger, lo llama una «agenda de modernización», y uno se pregunta si realmente estamos hablando del siglo XXI. El plan sigue a la «agenda de alta tecnología» de julio, donde la IA se presenta como una de las seis tecnologías clave. Y no es para menos, algo de biotecnología y microelectrónica también cae en la lista. Suena techie, ¿no?
Pero, claro, no todo es color de rosa. Netzpolitik, ese sitio web que parece tener una lupa encima de todo lo digital en Alemania, acusa al gobierno de dejarse llevar por la moda de la IA generativa, como si fuera un nuevo par de zapatillas de diseñador. Mientras tanto, empresas y gobiernos de todo el mundo están descubriendo que herramientas como ChatGPT y Dall-E son más hype que realidad, al menos por ahora.
El profesor Holger Hoos tiene fe. «En 10 años, la IA se usará para tareas importantes en todas las autoridades públicas», dice con una confianza que ya quisiéramos muchos para nuestras propias decisiones de vida. Pero, claro, la pregunta es si estarán listos para enfrentar las consecuencias éticas y legales de todo esto. Porque, seamos sinceros, no queremos un Terminator en el sistema judicial, ¿verdad?

