Imagina un cielo plagado de pequeños zumbidos, cada uno de ellos una máquina con un solo propósito: proteger. Ucrania está a punto de recibir un monumental refuerzo de su defensa aérea, cortesía de Auterion y un cheque de 50 millones de dólares del Pentágono. Son 33.000 drones autónomos, todos impulsados por inteligencia artificial. ¡33.000! ¿Puedes imaginarlo? Es como un enjambre de abejas metálicas, listas para defender su colmena.
Auterion, que no es cualquier fabricante de drones, sino el elegido por el mismísimo Departamento de Defensa de Estados Unidos, ha dado un salto tecnológico que, según ellos, es un «gran avance». Lorenz Meier, el CEO, lo dice con un orgullo palpable, como un padre hablando de su hijo prodigio. Afirma que este despliegue es diez veces más grande que cualquier cosa que hayan hecho antes. ¿Exagerado? Tal vez. Pero en tiempos de guerra, ¿quién no busca un poco de esperanza?
Estos drones no son juguetes. Son «kits de ataque», lo cual suena bastante intimidante, ¿verdad? Equipados con la tecnología Skynode, pueden operar de manera autónoma y hacer el trabajo sucio sin intervención humana. Y, por si fuera poco, son inmunes a las interferencias electrónicas. Prácticamente invencibles, dice Auterion. Bueno, eso está por verse.
Se espera que este ejército de drones llegue a Ucrania este año. Y claro, no es solo Ucrania quien está interesado. Allí donde haya conflicto, parece que estos drones podrían llegar. Incluso Taiwán ya les ha echado un vistazo. Y es que, con la capacidad de personalizar sus aplicaciones y enviar datos a la nube, estos drones son como smartphones voladores, listos para ser programados según las necesidades de cada usuario.
Pero aquí está la cuestión: ¿es este el futuro de la guerra? Un vasto ejército de máquinas luchando sus propias batallas, mientras los humanos observan desde lejos. Da que pensar, ¿no?

