Ah, la inteligencia artificial, ese monstruo de mil cabezas que prometía hacernos la vida más fácil y resulta que, de paso, nos complica el futuro laboral. Se hablaba de un mundo de trabajo mejorado, pero ahora nos encontramos con un informe que nos deja helados: el primer peldaño de la escalera profesional está tambaleándose. Sí, como lo oyen. Un estudio de esos que te hacen levantar una ceja, de Erik Brynjolfsson y compañía, muestra cómo los jóvenes de 22 a 25 años están viendo sus oportunidades laborales desaparecer como el humo.
La cosa no es para menos. Los datos son claros: hay una caída del 13% en los trabajos más expuestos a la IA para los jóvenes, mientras los algo más veteranos, de 35 a 49, ven crecer sus oportunidades. ¡Vaya panorama! Y es que donde la inteligencia artificial automatiza, el empleo juvenil se va al garete, pero donde complementa, parece que la cosa no va tan mal. ¿A dónde vamos a parar si los trabajos de entrada desaparecen? Es un bucle sin fin: sin esos puestos, los jóvenes no pueden adquirir el conocimiento tácito que solo la experiencia proporciona.
El estudio no deja mucho espacio para el optimismo, pero ahí está la clave: entender que el problema no es la inteligencia artificial per se, sino cómo la usamos. ¿Será que estamos apostando demasiado por la automatización y nos olvidamos de la complementariedad? Tal vez la solución esté en diseñar puestos de entrada que no solo ahorren juniors, sino que les enseñen. Que las universidades y empresas se pongan las pilas para que el aprendizaje no sea cosa del pasado.
Al final, como decía alguien que conocí una vez en un congreso, la inteligencia artificial no debería ser una barrera, sino una herramienta de rediseño de oportunidades. Si no, ¿de dónde sacaremos los seniors del futuro? La inteligencia artificial no debe cerrar la puerta de entrada: debe obligarnos a rediseñarla.

