A veces parece que vivimos en un episodio interminable de Black Mirror, con la inteligencia artificial generativa prometiendo cambiarlo todo, pero la realidad es que, en la mayoría de las empresas, la cosa no pasa de la fase de laboratorio. Según un estudio del MIT, el 95% de las compañías no ha logrado transformar sus operaciones con esta tecnología. ¿Es la tecnología el problema? No exactamente. La cuestión es más sobre cómo las organizaciones intentan integrar la IA en sus procesos. Imagina a alguien intentando encajar una pieza de un rompecabezas en el lugar equivocado una y otra vez.
En sectores como tecnología y medios, estos avances se ven más claros. Han logrado una transformación estructural, pero en otros, como la salud o las finanzas, la situación es distinta. Ahí, las herramientas de IA se quedan en proyectos piloto, sin llegar a provocar una disrupción real. Un abogado me comentó que su empresa sigue esperando a que su proveedor habitual añada IA en lugar de cambiar a uno nuevo. La comodidad y la familiaridad tienen un peso enorme a la hora de decidirse por un cambio.
Por otra parte, está el curioso fenómeno de la «IA en la sombra». Aunque oficialmente solo el 40% de las empresas tiene suscripciones a modelos de lenguaje, la mayoría de los empleados usa herramientas de IA por su cuenta para automatizar tareas. Es como si la revolución estuviera ocurriendo en los pasillos y no en las salas de juntas.
El futuro pinta hacia una Web Agéntica: una red de sistemas autónomos que coordinen procesos empresariales de forma descentralizada. ¿Quién se beneficiará de esta visión? Aquellas empresas que inviertan en sistemas adaptativos y alianzas estratégicas. Y, claro, la búsqueda de nuevas habilidades, especialmente la alfabetización en IA, se convierte en un factor clave. Pero la gran pregunta sigue siendo: ¿lograrán realmente cruzar la línea del cambio o se quedarán atrapadas en la promesa?

