El escándalo se ha desatado en un pequeño municipio de la Ribera Alta. Un joven de 17 años está en el ojo del huracán. ¿La razón? No, no es una travesura adolescente común. Este chico, según parece, se dedicaba a manipular imágenes de sus compañeras de instituto usando, nada más y nada menos, que inteligencia artificial para desnudarlas virtualmente. Luego, con la desfachatez de quien cree que nunca será descubierto, las publicaba en redes sociales con la intención de venderlas.
Ahora, la Guardia Civil investiga al joven por un delito de corrupción de menores. Y claro, uno no puede evitar preguntarse: ¿cómo llegamos a esto? ¿En qué momento la tecnología, que debería ser una herramienta para el progreso, se convierte en un arma para la humillación y el abuso?
La historia se remonta a diciembre de 2024, cuando una de las víctimas se topó con una cuenta en redes sociales que usaba su nombre y contenía un vídeo de ella completamente falso. No era la única; otras quince chicas también habían sido víctimas de este ataque virtual. Todas acusaban al mismo compañero de instituto. Y aquí es donde la trama se complica, porque las IP de las cuentas sospechosas llevan directamente al domicilio del joven.
¿Qué pasa por la cabeza de alguien que utiliza su ingenio para hacer daño? Es una pregunta que, lamentablemente, no tiene fácil respuesta. Mientras tanto, las diligencias han sido entregadas al Juzgado de Menores de Valencia, y queda esperar que la justicia actúe. Pero sobre todo, que como sociedad empecemos a reflexionar sobre el uso responsable de la tecnología.

