Ah, la inteligencia artificial. Nos la venden como el salvador del siglo XXI, el nuevo motor que impulsará nuestra economía hasta el infinito y más allá. Pero, ¿realmente está sucediendo eso? Pedro Sastre nos invita a reflexionar sobre la velocidad con la que estas promesas tecnológicas se están convirtiendo en realidad. Y, spoiler: no es tan rápido como quisiéramos.
Recuerda cómo la máquina de vapor transformó el mundo en el siglo XVIII. Lo hizo, sí, pero no de la noche a la mañana. La IA, en comparación, parece estar siguiendo un camino similar. Las proyecciones de crecimiento y disrupción laboral son astronómicas, pero, a pesar de las inversiones multimillonarias, los indicadores no están mejorando tan rápido como se esperaba. Y es que parece que estamos atrapados en una especie de limbo tecnológico.
Pero, ¿por qué este retraso? Bueno, la historia nos dice que los grandes avances tecnológicos siempre llevan tiempo en integrarse plenamente. La electricidad, los microchips… todos tardaron años, incluso décadas, en cambiar realmente las dinámicas productivas. ¿Será este el destino de la IA también? Tal vez.
Luego está el tema del trabajo. Los robots no vienen a quitarnos el empleo —bueno, no todos—, sino a transformarlo. Según el Foro Económico Mundial, por cada empleo que la IA pueda eliminar, se crearán otros nuevos. Aunque, claro, el verdadero desafío está en preparar al capital humano para esta transición. Sin educación digital y regulaciones adecuadas, podríamos quedarnos en el camino. Y eso es algo que países como Corea del Sur y Estonia ya están entendiendo.
Así que aquí estamos, en una encrucijada. Podríamos ver a la IA como una amenaza o como una oportunidad para liberar a la humanidad de tareas repetitivas y permitirnos alcanzar nuevas alturas. La elección es nuestra.

