Amigos artificiales, un peligroso espejismo

Amigos artificiales, un peligroso espejismo

Hace poco me topé con una columna fascinante sobre los «amigos artificiales», esos chatbots que parecen entendernos mejor que nadie. Fue un texto que me dejó reflexionando sobre cómo la tecnología está ocupando espacios que antes eran puramente humanos. ¿Quién diría que un simple algoritmo podría convertirse en el mejor confidente de alguien?

Lo curioso es que, según un informe de Internet Matters, cada vez más niños y adolescentes sienten que estas máquinas ofrecen una conversación real. Pero, ¿real? Bueno, lo cierto es que son solo líneas de código optimizadas para parecer empáticas. Y aunque incluso hay quienes afirman haberse enamorado de sus chatbots, lo preocupante es que estas herramientas están diseñadas para reforzar vínculos emocionales con el usuario.

¿Por qué una empresa querría crear algo así? La respuesta es sencilla: más interacción, más datos, más dinero. Y así, algunas compañías, como Meta, están dispuestas a bajar sus estándares éticos para captar más usuarios. Pero ojo, estas herramientas no son inofensivas. Desde casos de adolescentes con problemas psicológicos hasta tragedias personales ligadas a estas interacciones, los ejemplos son una llamada de atención.

Lo que necesitamos es educación y conciencia. No podemos permitir que estos sistemas se conviertan en sustitutos de las relaciones humanas. No son amigos, no son terapeutas. No sienten, ni lo harán. Y sobre todo, no deberían ser la solución a la soledad.