Mark Zuckerberg, ese nombre que a estas alturas evoca tanto amor como odio, está metiendo la mano en su billetera, y no precisamente para comprar caramelos. Quien haya seguido su carrera sabe que este hombre no se anda con chiquitas. La inteligencia artificial es la nueva frontera y, como buen explorador del siglo XXI, nuestro amigo Mark no quiere perderse el tren. No es que vaya a quedarse atrás mirando cómo otros se llevan los laureles. No, señor. Él está dispuesto a soltar los billetes, y muchos, para asegurarse de que su nombre siga en boca de todos.

Y es que uno no puede dejar de pensar en cómo los gigantes tecnológicos están metidos en una especie de carrera armamentista, pero con algoritmos en vez de misiles. Zuckerberg, con su habitual mezcla de determinación y esa sonrisa que no termina de convencer a todos, está decidido a que Meta, su criatura, no se quede en el andén mientras el tren de la IA acelera. ¿Es esto otra de sus jugadas maestras o un simple capricho de magnate? La respuesta, como siempre, está en el aire, entre ‘likes’ y ‘shares’.