Vivimos en un mundo donde la publicidad se ha convertido en un monstruo imposible de detener. ¿Recuerdas aquellos tiempos en los que un anuncio de televisión era lo más sofisticado que podíamos imaginar? Ahora, la inteligencia artificial ha convertido cada clic y cada deslizamiento de dedo en un dato valioso que nos observa constantemente, moldeando nuestros deseos incluso antes de que sepamos que los tenemos. TikTok está liderando esta danza digital con su suite Symphony, que genera anuncios en segundos, pero no está sola. Meta también está en esta carrera, con un modelo de creación infinita que prácticamente elimina la necesidad de creativos humanos. ¿Qué pasará con el talento humano en el mundo de la publicidad?
No estamos hablando solo de las grandes ligas. Las redes de sitios basura, llenas de texto generado automáticamente y anuncios que parecen surgir de la nada, están drenando millones de dólares de las marcas. Es un caos tan grande que devalúa la web en su conjunto y agrava la desinformación. Las agencias tradicionales intentan subirse al tren, pero la automatización amenaza con hacerlas irrelevantes. Y claro, cada mejora en las tasas de conversión, como ese 5% extra que Meta presume, refuerza un sistema que depende de saberlo absolutamente todo sobre nosotros.
Pero, ¿a dónde nos lleva todo esto? Sin transparencia, sin límites claros, el espacio público será colonizado por intereses comerciales gestionados por algoritmos. Detener esta trayectoria no significa rechazar la tecnología, sino reconfigurarla. Necesitamos regulaciones que devuelvan el control al ciudadano y tecnología que bloquee el espionaje constante. No podemos permitirnos aceptar un mundo donde cada segundo de nuestra vida sea monetizado. Así que, ¿no es hora de parar esto como sea?