Hace unos años, si te llamaban por teléfono para pedirte dinero, era fácil detectar el fraude. La voz desconocida, el acento raro, todo era un claro aviso. Pero ahora, ¡ay, amigo!, estamos a merced de las ingeniosas artimañas de los estafadores del siglo XXI. Con la inteligencia artificial, las voces no solo se oyen, sino que resuenan inquietantemente familiares. Imagina recibir una llamada de tu hija, con su voz inconfundible, y que te pida dinero urgentemente. Pero cuidado, porque esa voz puede ser una ilusión creada por máquinas.
Montserrat Escudé, portavoz de los Mossos d’Esquadra, nos advierte de este nuevo truco. Lo curioso es que, aunque cualquier persona puede caer en la trampa, los ancianos son especialmente vulnerables. La soledad, la falta de conexión social y, a menudo, un poco de ingenuidad hacen que las personas mayores sean presas fáciles. La jornada en la que Escudé lanzó esta alerta coincidió con el Día Internacional de la Toma de Conciencia del Abuso y el Maltrato en la Vejez. No es casualidad.
Desde el EAVA en Anoia, que lleva ya una década enfrentándose a estos problemas, hasta el SEAV del Bages, el panorama es sombrío. A menudo, los agresores son aquellos de quienes menos se sospecha: familiares y cuidadores que, en lugar de proteger, se aprovechan. La psicóloga Glòria Fité nos abre los ojos a esta triste realidad. Me pregunto, ¿cómo hemos llegado a un punto en el que el abuso y la explotación son tan comunes?
Y claro, los bancos no ayudan mucho. La tecnología que debería facilitar la vida a nuestros mayores, a menudo solo la complica. Con la banca online y las contraseñas, la dependencia de terceros crece, y con ella, las oportunidades para los abusos. La prevención es clave, dice Escudé, pero también lo es la coordinación entre los diferentes servicios. A veces me pregunto si no sería más fácil volver a la simplicidad de los viejos tiempos, donde el dinero se guardaba bajo el colchón y las voces no engañaban.