A veces, una simple cifra basta para mover los mercados. Esta vez, fueron 18.000 chips de inteligencia artificial. Esa fue la cantidad que Nvidia, el gigante estadounidense de semiconductores, confirmó haber vendido a Humain, una flamante empresa creada esta misma semana por el fondo soberano de Arabia Saudí, el Public Investment Fund (PIF).
La operación no solo hizo subir las acciones de Nvidia un 5,63% en Wall Street este martes, sino que marca un hito estratégico para el desarrollo de la inteligencia artificial en Oriente Medio. Humain no es una startup cualquiera: nace con el respaldo del Estado saudí y la ambición de convertirse en líder mundial en servicios, productos y modelos avanzados de IA, incluyendo uno de los LLM multimodales árabes más potentes del planeta.
El CEO de Nvidia, Jensen Huang, acompañó al presidente estadounidense, Donald Trump, en su viaje a la región, donde se hizo el anuncio oficial. “Arabia Saudí quiere construir fábricas de IA. Y nuestros chips serán el corazón de esas supercomputadoras”, afirmó Huang, visiblemente satisfecho. El primer envío incluirá los chips Blackwell GB300, que alimentarán un centro de datos de 500 megavatios en territorio saudí.
Pero más allá de los componentes técnicos, esta colaboración refleja una apuesta decidida por parte de Arabia Saudí por formar parte del núcleo duro de la revolución tecnológica global. “Humain aspira a desarrollar soluciones de IA a nivel local, regional y global, impulsando la economía digital y potenciando las capacidades humanas”, subraya el comunicado oficial del PIF.
La narrativa detrás del acuerdo es poderosa: mientras muchas naciones aún debaten sobre el impacto de la IA, Arabia Saudí se lanza de lleno a crear infraestructuras que la sitúen en el mapa como epicentro tecnológico. Y lo hace aliándose con uno de los jugadores más influyentes del sector. Una jugada maestra.
Con este paso, Nvidia no solo gana un cliente estratégico, sino que consolida su posición como proveedor esencial en una carrera tecnológica que ya no distingue entre empresas, gobiernos o regiones. Es una competición por el futuro, y las piezas —chips incluidos— ya están sobre el tablero.