Sin inteligencia emocional, la IA no basta: el gran reto de las empresas modernas

Sin inteligencia emocional, la IA no basta: el gran reto de las empresas modernas

Marta ya no está. Su silla sigue ocupando su espacio en la oficina, su nombre persiste en el organigrama y su correo aún funciona. Pero hace tiempo que dejó de venir. No hubo discursos ni mensajes de despedida. Un día, simplemente, desapareció. Como ella, más de 410.000 personas en España han presentado su dimisión este año. Una ola silenciosa que evidencia una crisis más profunda que la simple rotación laboral: la ausencia de inteligencia emocional en el entorno de trabajo.

Mientras las empresas apuestan fuerte por inteligencia artificial, automatización y análisis de datos, olvidan algo mucho más esencial: el bienestar emocional de sus empleados. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la ansiedad, la depresión y el estrés laboral cuestan a la economía global más de un billón de dólares al año. Lo irónico es que, según la propia OMS, cada dólar invertido en salud mental genera un retorno de cuatro en productividad y bienestar.

McKinsey ha recogido en su informe It’s cool to be kind que las organizaciones emocionalmente inteligentes disfrutan de un 40% más de colaboración, mayor retención de talento y equipos resilientes capaces de adaptarse a la incertidumbre. Lo contrario también es evidente: los entornos tóxicos aumentan el absentismo un 37%, los errores en un 60% y generan una rotación constante que ningún Excel puede prever.

El Foro Económico Mundial lo confirma: los líderes con alta inteligencia emocional consiguen hasta un 20% más de rentabilidad. Sin embargo, en demasiadas empresas se siguen premiando solo los resultados tangibles, aunque vengan acompañados de vínculos rotos y empleados agotados.

La verdadera ventaja competitiva no reside en el software ni en los algoritmos. Se encuentra en las relaciones humanas que sostienen la empresa. Saber escuchar, reconocer errores y mostrar empatía no son gestos blandos ni accesorios. Son habilidades estratégicas imprescindibles en tiempos complejos.

Frente a la fascinación por la IA, la pregunta crucial no es qué puede hacer la tecnología. Es qué tipo de humanidad quedará detrás de ella.