En la reciente Feria del Libro de Buenos Aires, escritores y filósofos se reunieron para debatir una cuestión que inquieta a la cultura contemporánea: ¿puede la inteligencia artificial crear literatura genuina o es solo un corrector de Word sofisticado?
La mesa redonda, moderada por la periodista Débora Campos, reunió a figuras como Claudia Piñeiro, Guillermo Martínez, Enzo Maqueira y Tomás Balmaceda. Lejos de los extremos de la tecnofobia o el entusiasmo ciego, los ponentes ofrecieron una reflexión matizada.
Guillermo Martínez recordó que incluso conceptos como “profundidad” en la literatura son subjetivos y humanos. Usó una analogía reveladora: cuando Deep Blue venció a Kasparov, el ajedrez no murió, sino que se reinventó. Así, la IA podría inaugurar la gran era de la edición, pero no reemplazar la creatividad humana.
Enzo Maqueira subrayó que, aunque la IA puede simular emociones, carece de experiencia vital: «Puede decir ‘dolor’ con la voz de quien nunca ha llorado». Además, advirtió sobre los riesgos laborales para traductores e ilustradores y el uso de IA para abaratar costes en la industria editorial.
Claudia Piñeiro destacó el papel del azar y la intuición humana al escribir, elementos imposibles de replicar por algoritmos. Y Tomás Balmaceda fue tajante: “Estas IAs pueden ser buenos escritores, pero no autores. Son correctores de Word sofisticados”.
El debate no solo abordó el presente, sino que planteó dilemas sobre el futuro: ¿qué sucede cuando plataformas como Amazon reciben cientos de libros generados por IA con información errónea? La literatura humana, con sus errores, dudas y emociones reales, sigue siendo irremplazable.