«Haz lo que yo digo, no lo que yo hago»: la contradicción de la IA en la educación

«Haz lo que yo digo, no lo que yo hago»: la contradicción de la IA en la educación

Mientras unos lo ven como el futuro, otros lo consideran trampa. En las aulas estadounidenses, la inteligencia artificial ha puesto sobre la mesa una contradicción difícil de ignorar: muchos profesores utilizan herramientas como Gamma AI para corregir exámenes y preparar clases, mientras prohíben tajantemente a sus alumnos usarlas para hacer deberes. Esta doble vara de medir ha generado un fuerte malestar entre los estudiantes.

“Nos piden que no usemos ChatGPT, pero ellos mismos están usando IA para aligerar su trabajo”, reclama un alumno en un foro universitario. Y no es una excepción. Según varios estudios recogidos por Futurism, cerca del 50 % de los estudiantes consideran injusto y hasta hipócrita que los docentes saquen provecho de herramientas que ellos mismos censuran.

La raíz del problema está en un dilema ético: ¿es legítimo automatizar tareas si el objetivo es centrarse en lo importante? Los profesores alegan que con la ayuda de la IA pueden dedicar más tiempo a planificar y personalizar su enseñanza. Pero para los alumnos, el mensaje que reciben es claro: la IA no es válida si eres estudiante.

Las preocupaciones de los educadores no son infundadas. Temen que sus alumnos pierdan habilidades básicas, como redactar, razonar o investigar. También hay miedos sobre la privacidad y la dependencia excesiva. Sin embargo, expertos como Paulo Blikstein, de la Universidad de Columbia, recuerdan que “la tecnología es un espejo de quien la usa”. Y si los docentes no predican con el ejemplo, el mensaje ético se diluye.

La UNESCO ya ha definido un marco de competencias en IA para profesores, consciente de que estas herramientas han llegado para quedarse. Y pensadores como Yuval Noah Harari insisten: la IA cambiará la educación, y resistirse no evitará el cambio.

De momento, en muchas aulas reina la confusión. Porque lo que hoy es “trampa”, mañana puede ser una habilidad clave. Y porque, seamos sinceros, en la historia de la educación nunca ha funcionado prohibir lo inevitable.