La revolución silenciosa de la IA: más terapia que tecnología

La revolución silenciosa de la IA: más terapia que tecnología

La inteligencia emocional de la inteligencia artificial: cuando la IA se convierte en terapeuta

Lo que empezó como una herramienta técnica se ha transformado en un compañero emocional. Cuando ChatGPT apareció en escena, muchos imaginaron que serviría para escribir correos, generar informes o traducir textos. Pero, dos años después, su uso más extendido es otro: hablar con alguien. O algo.

Una encuesta publicada por Harvard Business Review revela una sorpresa mayúscula: el uso principal que las personas le dan a la IA generativa es el acompañamiento emocional. Terapia, organización personal, búsqueda de propósito, superación de bloqueos… La IA se ha convertido en una especie de coach silencioso disponible 24/7.

¿Por qué? Porque no juzga. Porque responde siempre. Porque ofrece anonimato y cercanía sin poner en juego la vulnerabilidad. Porque para muchos, es más fácil hablar con una máquina que con un terapeuta.

Aunque suene extraño, tiene lógica. La salud mental atraviesa una crisis mundial: hay más demanda que profesionales disponibles. Y en ese vacío, tecnologías como ChatGPT, Wysa o Woebot han encontrado un espacio legítimo y necesario.

Marc Zao-Sanders, autor del informe, lo explica así: “La IA ha pasado de resolver tareas técnicas a ofrecer apoyo emocional. Las prioridades de los usuarios no están en crear código, sino en sentirse escuchados”.

Detrás de esta tendencia hay también un cambio cultural. Usar una IA para ordenar ideas o encontrar motivación ya no es raro. Las empresas empiezan a invertir en estas herramientas como parte de su estrategia de bienestar laboral.

Sí, la IA aún genera contenido algo frío y repetitivo. Sí, muchas veces sus consejos son genéricos. Pero en un mundo que va demasiado rápido, su mera presencia –constante, imparcial y atenta– se convierte en un valor.

El futuro de la IA no es sustituirnos. Es ayudarnos a pensar mejor, a cuidarnos más y, quizás, a conocernos un poco. Aunque sea a través de una pantalla.