No tiene rango, ni uniforme, ni pasado militar. Tampoco comete errores humanos, ni se ve afectado por la corrupción. Y sin embargo, es el nuevo comandante del ejército más numeroso del planeta. El ejército chino ya entrena con un sistema de inteligencia artificial capaz de tomar decisiones militares mejor que los humanos.
La revelación se hizo pública a través de una revista militar en Pekín: el Ejército Popular de Liberación (EPL) cuenta con un comandante de IA que, en simulaciones de guerra, ha demostrado poder identificar amenazas, planificar respuestas efectivas y dirigir tropas. No es ciencia ficción, es una realidad que ya se prueba en laboratorio.
Los ingenieros militares que lo han desarrollado explican que este sistema no solo imita, sino que supera las estrategias de grandes líderes militares chinos como Peng Dehuai, famoso por su agresividad táctica, y Lin Bao, reconocido por su visión metódica y calculadora. A través de distintos avatares, el sistema puede actuar como uno u otro, dependiendo del tipo de combate.
Este avance se presenta en un contexto de limpieza interna. China vive una purga anticorrupción que ha sacudido los cimientos del poder militar. Figuras como Li Shangfu, exministro de Defensa, han sido expulsadas del Partido Comunista tras descubrirse enriquecimientos ilícitos. Una IA al mando representa, además, una garantía de imparcialidad.
Pero esta evolución no se queda en lo simbólico. Las Fuerzas Armadas chinas presumen de avances tecnológicos que parecen salidos de una novela futurista: cazas de sexta generación, drones lanzados desde submarinos y hasta armas de microondas capaces de inutilizar sistemas electrónicos. Todo indica que se preparan para una guerra que puede librarse tanto en trincheras como en servidores.
Mientras tanto, desde EE.UU., el Pentágono observa con inquietud. Su último informe advierte de que, aunque el ejército chino carece aún de experiencia real en combate, está reduciendo rápidamente la brecha tecnológica con Occidente. La modernización, dicen desde Pekín, no se detiene. Y si hay que confiar el mando a un software brillante en vez de a generales corruptos, que así sea.
En el horizonte se dibuja un nuevo paradigma bélico. Uno en el que quien dé la orden de atacar… puede que ni siquiera tenga pulso.