Hubo un tiempo en que se pensaba que internet cambiaría el mundo en un suspiro. No lo hizo. Hoy, la historia se repite con la inteligencia artificial. Entre temores apocalípticos y titulares grandilocuentes, el profesor Esteve Almirall propone una mirada más realista. En su libro Qué hacer cuando todo cambia, analiza la llegada de la IA desde la experiencia, el humor y una certeza: no va a acabar con nosotros, pero sí nos va a obligar a cambiar.
Almirall, profesor de ESADE y director del Center for Innovation in Cities, tiene claro que el verdadero reto no es la tecnología en sí, sino su adopción. La IA no se implanta sola; necesita que las personas decidan usarla. Y eso lleva tiempo.
“No va tan rápido como pensamos”, insiste. Mientras los modelos avanzan técnicamente, las personas y las organizaciones van a su ritmo. Por eso, aunque la IA ya esté haciendo trabajos escolares o componiendo canciones, su impacto real todavía está en proceso.
Eso sí, el cambio es inevitable. Algunas tareas desaparecerán, como ocurrió con las raíces cuadradas cuando llegaron las calculadoras. La clave será subir el nivel. La educación tendrá que dejar de evaluar lo mecánico y centrarse en lo que realmente importa: el pensamiento crítico, la creatividad y la capacidad de usar la IA con criterio.
En música, por ejemplo, la IA ya orquesta piezas que muchos humanos no sabrían ni comenzar. Pero como en el ajedrez, donde las máquinas vencen pero los humanos siguen compitiendo, el arte no morirá. Simplemente, evolucionará.
Frente al miedo, Almirall ofrece una visión constructiva: la IA no viene a reemplazarnos, sino a empujarnos a reinventarnos. Y si aún dudas, recuerda que otras grandes promesas tecnológicas como el metaverso o las criptomonedas también prometieron una revolución que nunca llegó.
¿La diferencia? Esta vez la tecnología ya está en tus manos. Y como siempre, dependerá de nosotros cómo queremos usarla.