Una revolución sin pasaporte: cómo la IA amenaza con reconfigurar el mundo del trabajo
La inteligencia artificial ha dejado de ser una promesa lejana. Hoy, es una fuerza que ya moldea el mercado laboral y la economía global. Y lo hace a una velocidad vertiginosa. Así lo asegura un nuevo informe de la ONU, que advierte: casi la mitad de los empleos del planeta podrían verse afectados en los próximos años.
No se trata solo de una cifra. Es una historia de transformación silenciosa que está ocurriendo mientras trabajamos, escribimos correos o analizamos datos. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) pinta un panorama complejo: la IA traerá ganancias de productividad, sí, pero también el riesgo real de una desigualdad aún mayor.
Las economías más avanzadas son las que tienen más empleos con tareas cognitivas, y por tanto, son las más expuestas a los cambios. Sin embargo, también son las mejor preparadas para adaptarse. ¿Y los países en desarrollo? Ahí el panorama es más delicado. Muchos de ellos aún dependen de la mano de obra barata como ventaja competitiva. Con la automatización, esa ventaja podría desaparecer.
La ONU lo explica claramente: la IA podría inclinar aún más la balanza a favor del capital, en detrimento del trabajo. Solo cien empresas, la mayoría en EE.UU. y China, concentran el 40% de la inversión mundial en investigación y desarrollo. En cambio, más de cien países —principalmente del sur global— ni siquiera están participando en las conversaciones sobre la regulación de esta tecnología.
Pero no todo son malas noticias. El informe también señala oportunidades. La IA generativa, por ejemplo, podría ser más una herramienta de aumento que de reemplazo, especialmente en países de ingresos bajos y medios. Eso sí, la clave está en cómo se gestione esta transición.
La secretaria general de la UNCTAD, Rebeca Grynspan, lo resume con claridad: “Hay que poner a las personas en el centro del desarrollo tecnológico”. Y propone una solución: cooperación internacional. Sin ella, el futuro podría estar monopolizado por unos pocos gigantes tecnológicos.
Invertir en educación digital, infraestructuras y formación es urgente. Porque la historia demuestra que el progreso tecnológico, por sí solo, no garantiza inclusión. La pregunta ya no es si la IA cambiará el mundo. Lo hará. La cuestión ahora es: ¿para quién trabajará ese cambio?