Detrás de cada imagen generada por IA hay un gasto que pocos conocen: agua y electricidad

Detrás de cada imagen generada por IA hay un gasto que pocos conocen: agua y electricidad

Lo que parece magia tiene un precio. Y no es solo económico: es agua y electricidad.

Hace solo unos años, transformar una frase en una imagen era ciencia ficción. Hoy, basta con unas pocas palabras para que una herramienta de inteligencia artificial genere una obra visual al instante. Pero detrás de esa facilidad hay una realidad que no se ve: crear una imagen con IA puede consumir tanta energía como cargar un móvil… y tanta agua como beberse 17 vasos.

Así lo revela un estudio realizado en 2023 por investigadores de Carnegie Mellon y Hugging Face. Analizando el funcionamiento de 88 modelos de IA, encontraron que las tareas relacionadas con la generación de imágenes son las más exigentes desde el punto de vista energético. Para ponerlo en contexto: mientras que crear texto con IA gasta unos 0,047 kWh, crear imágenes requiere casi 2,9 kWh por cada 1.000 imágenes, una diferencia abismal.

Y eso solo es la punta del iceberg. Más allá de la energía, está el impacto hídrico. Los grandes centros de datos que hacen posible estas creaciones digitales necesitan millones de litros de agua cada año para enfriar los servidores que ejecutan los modelos. Según un análisis de la Universidad de California, solo el centro de datos de Microsoft en Iowa aumentó su consumo en un 37% en un año, superando los 6.400 millones de litros anuales.

Eso significa que pedirle a una IA que cree cinco imágenes podría implicar un consumo de hasta 17 litros de agua. Y aunque parezca poco a escala individual, el uso masivo de estas tecnologías a nivel global multiplica ese impacto día a día.

Además, muchas de estas cifras son apenas estimaciones. La falta de transparencia en las grandes compañías tecnológicas —que no siempre revelan cuántos parámetros tienen sus modelos, ni cuánta energía o agua utilizan— dificulta medir con precisión el verdadero coste ambiental de estas herramientas.

Sasha Luccioni, investigadora de Hugging Face y coautora del estudio, alerta: “Con modelos como ChatGPT no sabemos ni siquiera dónde se ejecutan ni qué tan grandes son. Eso complica cualquier intento serio de diseñar políticas ambientales”.

A su vez, Alex de Vries, investigador en sostenibilidad digital, advierte que si la tendencia continúa, el sector de la IA podría consumir tanto como un país entero. Según sus estimaciones, para 2027, estas tecnologías podrían requerir entre 85 y 134 teravatios hora (TWh) al año, una cifra comparable al consumo energético de los Países Bajos.

Aunque algunas empresas tecnológicas ya trabajan en reducir su huella, los expertos coinciden: los esfuerzos aislados no serán suficientes. La inteligencia artificial ha demostrado su potencial, pero si no se gestiona con responsabilidad, su impacto medioambiental puede convertirse en un nuevo problema global.