La inteligencia artificial en las empresas: un reto entre el potencial y la incertidumbre
En un rincón del distrito 22@ de Barcelona, en una sala discreta con una gran pantalla, una pizarra y varias mesas con ordenadores, se está gestando el futuro de la atención al cliente. No hay robots futuristas ni luces de neón que anuncien la revolución, pero lo que ocurre dentro de ese laboratorio de inteligencia artificial generativa de Foundever, una multinacional con sede en Luxemburgo, tiene el potencial de transformar industrias enteras.
La empresa, especializada en la externalización de servicios de atención al cliente, ha apostado por la IA para automatizar procesos y mejorar la eficiencia operativa. Su nueva tecnología permite traducciones en tiempo real y asistentes virtuales inteligentes que prometen agilizar la comunicación entre empresas y clientes. Suena prometedor. Sin embargo, no todas las compañías están listas para dar este salto.
Un camino lleno de oportunidades… y barreras
Los beneficios de la IA generativa están ampliamente documentados. Según Deloitte, su implementación puede reducir los costes operativos entre un 20% y un 40%, una cifra que despierta el interés de cualquier empresa. Pero no es solo una cuestión de dinero: también está en juego el empleo. Un informe de Goldman Sachs advierte que la IA podría comprometer alrededor de una cuarta parte de la fuerza laboral en economías como la de la zona euro y Estados Unidos.
A pesar de estas ventajas, el proceso de adopción no es sencillo. Un informe de McKinsey señala que las diferencias entre los directivos son una de las mayores barreras. Implementar inteligencia artificial no es solo una decisión del departamento de tecnología; requiere el compromiso de todas las áreas de una empresa, algo que no siempre es fácil de lograr.
¿Vale la pena la inversión?
Otro gran obstáculo es la incertidumbre sobre el retorno de la inversión. Muchas compañías tienen presupuestos para pruebas piloto, pero pocas están seguras de cuánto costará escalar la tecnología. Además, la IA avanza a un ritmo vertiginoso, lo que dificulta la planificación a largo plazo, tanto en términos de inversión como de formación del personal.
A esto se suma la dependencia de la cadena global de suministro, especialmente en el caso de los microchips, cuyo mercado está dominado por Asia y Estados Unidos. Y no es solo un problema de hardware: la falta de transparencia de algunas plataformas de IA, que no explican cómo generan sus respuestas, genera desconfianza en sectores críticos como las finanzas o la salud.
La carrera por dominar el mercado
Mientras las empresas debaten cómo y cuándo adoptar la inteligencia artificial, las grandes tecnológicas compiten por liderar la industria. En los últimos tres años han surgido múltiples actores: Gemini (Google), Copilot (Microsoft), Llama (Meta), Grok (X) y Qwen (Alibaba), entre otros. Esta semana, Apple ha dado un golpe sobre la mesa al anunciar una inversión de 500.000 millones de euros en su división de inteligencia artificial, Apple Intelligence.
Lo que está claro es que la inteligencia artificial no es una moda pasajera. Empresas como Foundever ya están apostando por ella, pero muchas otras aún deben decidir si el riesgo vale la pena. Mientras tanto, el debate sigue abierto: ¿es la IA la gran revolución que cambiará el mundo empresarial o un desafío lleno de incertidumbre?