Durante meses, el pesimismo ha dominado la conversación sobre el futuro tecnológico de Europa. La narrativa de la derrota, del retraso irremediable frente a gigantes como Estados Unidos y China, ha calado hondo en el ecosistema empresarial y académico. Sin embargo, hay quienes se resisten a aceptar este destino. Una nueva corriente de pensamiento, liderada por tecnoptimistas como Niklas Zennström, fundador de Skype, y expertos en innovación, busca transformar la percepción y la estrategia del continente en la carrera de la inteligencia artificial.
El problema no es solo la competencia internacional, sino la percepción de que Europa se está saboteando a sí misma con exceso de regulación y falta de inversión en el sector privado. La creación de la Agencia Española de Supervisión de la IA (AESIA), con capacidad sancionadora y un presupuesto de cinco millones de euros, ha sido el último detonante del descontento en redes sociales. «¿A quién va a sancionar si nadie hace IA en España?», comentan con ironía algunos empresarios. «Campeones de la regulación», critican otros. Aunque el impacto real de la agencia es menor dentro del panorama europeo, lo que indigna es la sensación de que Europa se enfoca más en imponer límites que en fomentar la innovación.
El informe State of European Tech, elaborado por el fondo de inversión Atomico, refleja este creciente pesimismo. Si en 2021 solo el 8% de los fundadores de startups europeas veía con preocupación el futuro tecnológico del continente, en 2024 la cifra ha escalado al 40%. La regulación, la falta de inversión en talento y la burocracia aparecen como los principales obstáculos.
Pero no todo está perdido. Zennström recuerda que la IA está aún en sus primeras etapas, y que Europa tiene fortalezas que puede aprovechar. Su visión es clara: no es necesario competir directamente con los modelos de lenguaje de OpenAI o Google, sino enfocarse en desarrollar aplicaciones innovadoras sobre esas tecnologías. Ejemplos como DeepL, el traductor basado en IA que ha superado a Google en precisión, demuestran que hay oportunidades si se apuesta por modelos más especializados y eficientes.
Bertin Martens, del think tank Bruegel, coincide en esta idea. Para él, la clave no es replicar los gigantes estadounidenses, sino innovar con modelos de menor tamaño y gran impacto económico. La reciente aparición de DeepSeek, un modelo chino que ha demostrado que entrenar IA es más barato de lo que se creía, refuerza esta estrategia. Sin embargo, adaptar este enfoque a Europa sigue siendo un desafío, especialmente por las restricciones en el uso de datos.
En el ámbito empresarial, la reacción ya ha comenzado. El fondo estadounidense General Catalyst ha lanzado la Red de Campeones Europeos de la IA, que une a 60 empresas para impulsar una agenda más ambiciosa dentro de la Unión Europea. Entre los participantes se encuentran startups como Mistral y Eleven Labs, además de gigantes como Spotify, Philips, Novo Nordisk y SAP. En menos de 15 días, 80 empresas se han sumado y otras 450 han manifestado su interés.
El potencial económico de la IA en Europa es enorme. Un estudio de McKinsey & Company estima que la IA generativa podría aportar 575.100 millones de dólares a la economía europea, con el 56% de ese impacto proveniente de sectores como la construcción y la industria. Estos datos refuerzan la necesidad de adoptar un enfoque pragmático y estratégico para aprovechar la ola tecnológica en lugar de temerla.
Juan Moscoso del Prado, senior fellow de EsadeGeo, destaca que Europa aún lidera en áreas clave como la computación cuántica. «El reto no es la falta de innovación, sino la capacidad de trasladar ese liderazgo académico al sector privado. Ahí es donde estamos por detrás de los estadounidenses», señala. La inversión en talento será crucial para cerrar la brecha.
Nuria Oliver, directora de la Fundación Ellis Alicante, subraya que Europa tiene un gran activo en sus universidades y centros de investigación. «Se está poniendo demasiado énfasis en infraestructuras y no tanto en las personas que van a usarlas», advierte. Un ejemplo de ello es DeepSeek, que surgió gracias a la visión de un líder que entendió que el talento humano es el verdadero motor de la IA.
El director asociado del Barcelona Supercomputing Centre (BSC), Josep Martorell, también cree que Europa está en condiciones de competir. «Hoy en día, un científico europeo tiene acceso a recursos computacionales al mismo nivel que cualquier investigador en Estados Unidos, China o Japón», afirma. El superordenador Mare Nostrum, una de las «fábricas de IA» que se están desarrollando en el continente, es un ejemplo del esfuerzo por dotar a la industria de herramientas avanzadas.
A nivel político, el reciente anuncio de más de 300.000 millones de euros en inversión, liderado por Ursula Von der Leyen y Emmanuel Macron, ha dado un impulso adicional a los tecnoptimistas. Lo más relevante de esta iniciativa es que la mayoría de los fondos provendrá del sector privado, lo que sugiere un creciente interés empresarial en fortalecer el ecosistema europeo de IA.
Sin embargo, el optimismo debe ir acompañado de medidas concretas. Desde General Catalyst insisten en que Europa necesita desarrollar su propia infraestructura de IA, incluyendo chips, computación en la nube y recursos energéticos. Las gigafactorías de IA anunciadas en París buscan precisamente suplir la dependencia de las grandes plataformas estadounidenses y proporcionar herramientas a las empresas europeas para competir en igualdad de condiciones.
El desafío final es evitar los errores del pasado. Martorell advierte que la regulación debe aplicarse con sentido común para no ahogar la innovación. «La Ley de IA no es el problema en sí, sino cómo se implemente. Europa tiene que aprender de sus errores y evitar un control excesivo que frene la competitividad», explica.
En este contexto, Europa tiene una oportunidad única para cambiar las reglas del juego. Zennström lo deja claro: «La clave es no rendirse antes de intentarlo». El momento de actuar es ahora.