Imagina un mundo donde la inteligencia artificial (IA) no solo resuelva los grandes problemas de la humanidad, sino que redefina completamente lo que significa ser humano. Esto es lo que plantea Nick Bostrom, el filósofo sueco conocido por sus advertencias sobre los riesgos de la IA y sus reflexiones sobre el transhumanismo, una corriente que explora cómo la tecnología podría transformar radicalmente a la humanidad.
Bostrom, quien ha dedicado gran parte de su carrera a pensar el futuro, no es un teórico cualquiera. Con formación en física teórica, neurociencia computacional e inteligencia artificial, ha sido considerado un «supercerebro sueco» en Silicon Valley. Desde su papel como director del extinto Future of Humanity Institute hasta su reciente obra Deep Utopia: Life and Meaning in a Solved World (2024), su visión ha capturado la imaginación de miles de personas en todo el mundo.
Durante una conversación con Fontevecchia, Bostrom abordó un tema que parece sacado de la ciencia ficción, pero que, según él, es más real de lo que creemos: un mundo donde los humanos y las inteligencias artificiales coexistan en armonía. Según el filósofo, este tipo de sociedad no solo sería posible, sino que podría ser clave para el desarrollo de una civilización más avanzada, siempre y cuando logremos alinear los valores humanos con los objetivos de la IA.
Sin embargo, llegar a este punto no será sencillo. Bostrom advierte que la humanidad enfrenta «riesgos existenciales» que podrían poner en peligro no solo nuestra supervivencia, sino también nuestro potencial como especie. Entre ellos, destaca el peligro de que sistemas de IA mal diseñados o mal utilizados generen catástrofes globales. Pero no todo es pesimismo. En los últimos años, ha surgido un esfuerzo global para estudiar y prevenir estos riesgos, con laboratorios y gobiernos trabajando en estrategias de alineación ética de la IA.
Más allá de los desafíos, Bostrom plantea preguntas profundas sobre cómo sería la vida en un futuro donde las máquinas realicen todo el trabajo. En ese mundo “resuelto”, como él lo llama, ya no habría necesidad de empleo, pero surgiría una nueva inquietud: ¿qué harían los humanos con su tiempo? ¿Cómo encontrarían propósito en una vida de abundancia infinita? Según el filósofo, aunque esto podría ser desconcertante al principio, también abriría oportunidades sin precedentes para el florecimiento humano.
Otro tema fascinante es la posibilidad de extender la vida o incluso alcanzar la inmortalidad. Aunque Bostrom evita comentar sobre su postura personal, menciona que avances como la criogenización podrían ofrecer nuevas formas de desafiar los límites biológicos. “No hay una razón cósmica para que la vida humana deba limitarse a 70 u 80 años”, reflexiona, sugiriendo que podríamos imaginar futuros donde vivir 200 o 400 años sea normal.
Para Bostrom, la clave está en no solo adaptarnos a los cambios tecnológicos, sino también en construir un futuro ético y equitativo. Un futuro donde todas las voces tengan espacio y donde los beneficios de la tecnología se distribuyan de manera justa. “Somos pequeños en comparación con el vasto universo”, dice, recordándonos que, mientras exploramos nuevos horizontes, no debemos perder de vista nuestra responsabilidad con nosotros mismos y con las generaciones futuras.
La conversación con Bostrom no deja indiferente. Más que un análisis frío, sus ideas son un llamado a la acción. “Si quieres hacer algo significativo, este es el momento”, concluye. ¿Estaremos listos para enfrentar el futuro que él describe? Solo el tiempo lo dirá.